Me muevo por las tinieblas, por las sombras de la noche, habito en las entrañas de las ciudades, donde nada vivo se arrastra excepto las ratas. Recuerdo como era ser uno de ellos, un simple mortal, recuerdo lo que era estar vivo, y en muchos aspectos no lo echo de menos, aun así nada ha cambiado demasiado, antes era un ser desgraciado y sigo siéndolo, muy a mi pesar.
Si cualquier persona mirase mi rostro gritaría de horror, esa es mi pena y mi maldición,; ese es el juego de mi eterna condenación.
Un grotesco y deforme rostro me devuelve la mirada cada vez que me reflejo en un espejo, un rostro monstruoso que me hace ser un paria y un extraño entre los vivos y entre los muertos, pues soy un hijo de la noche, un vampiro que se alimenta de la sangre de los vivos, aunque casi todos los demás vampiros sienten repulsión y asco ante mi presencia. Me toleran por que mis ojos y oídos ven y escuchan todo, nada me es vedado , me fundo con las sombras haciéndome invisible a miradas ajenas, sin más compañia que mis propios pensamientos,me escondo bajo las junglas de asfalto, sumido siempre en la más completa oscuridad.
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